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martes, 18 de octubre de 2022

Prohibir hasta morir

 Carta al director publicada en La Nueva España, 18 de octubre de 2022

 Estos días andan bastante sublevados los colegas de la caña por las nuevas limitaciones que se anuncian para el próximo año. Ni siquiera voy a entrar en la pertinencia o idoneidad de las mismas. Me parece mucho más útil recordar que desde hace décadas venimos padeciendo los pescadores un continuo retroceso en nuestros derechos, a causa del incesante caudal de restricciones que soportamos. Y lo peor no es esto. Lo peor -al menos para nosotros- es que cada vez hay menos peces. ¿Por qué? Porque prohibir, solo prohibir, no sirve de nada. Y no sirve porque los pescadores no somos ni los únicos ni los principales responsables de que los ríos estén como están. Los verdaderos responsables son los depredadores y, por supuesto, los malos, los pésimos gestores. Por tanto, si lo que de verdad se quiere -que uno ya hasta lo duda- es que haya peces en el río, lo primero sería dejar la gestión a los mejores, y lo segundo meter mano de verdad a los depredadores, y a los furtivos que aún quedan, sobre todo a la entrada de las rías. Los ríos deberían gestionarlos pescadores y guardas veteranos y expertos de la zona, y biólogos independientes de reconocido prestigio. No políticos. La realidad es tozuda, y así lo demuestra. Siendo difícil, cada vez estamos peor. Y si aún quedan cuatro peces, es gracias a las asociaciones de pescadores. No hace falta que sigan rebajando los cupos. ¿Para qué, si apenas queda qué pescar? Lo que hace falta es que haya más, muchos más peces. Pero claro, si dejamos que impere la dictadura del fundamentalista ecologismo de salón, que prefiere que haya cormoranes sin tasa antes que salmónidos, o manadas de lobos antes que rebaños, no hay nada que hacer. Seguirán las limitaciones, y llegará un día que ya no habrá qué pescar. Que, al paso que vamos, no lo veo lejano. Claro que a lo peor es lo que buscan, porque tanta torpeza no se comprende.

martes, 19 de mayo de 2020

Pandemias en el río

Carta al director publicada en La Nueva España, 23 de abril de 2020

En unas fechas en las que echamos tantas cosas en falta, los pescadores también nos acordamos del río. No sólo de la pesca. También del río y de sus moradores. Y nos llamen o no interesados, los principales moradores del río son los peces. Parece una obviedad, mas por desgracia no lo es. Y no lo es porque quienes deberían velar por que nuestros ríos estuvieran llenos de truchas y de salmones, parecen priorizar la presencia de otras especies. Los enemigos de los peces, además de los pescadores, que sí, que vale, que también, son, básicamente, y por este orden, los cormoranes, las garzas, los patos y las nutrias. Hay más, pero vamos a centrarnos en estos. Y lo haré desde mi experiencia, que me da pie a sostener que la pandemia también ha llegado por el aire. Hasta no hace demasiado - dos décadas, tres a lo sumo -, por aquí no se sabía lo que era un cormorán en el río. Apenas se veían garzas ni patos. Sí nutrias, pero en pocos ríos. Ahora son los dueños del río. En los cursos mayores, y también, en menor medida, en los pequeños, los cuervos marinos, en los menores las garzas, en todos los patos, y las nutrias donde solían, y más. Los pescadores conocemos muy bien lo que sucede, y quiero pensar que los que mandan también. Entonces, ¿por qué no lo arreglan? Supongo que por que no quieren, porque la solución es bien sencilla, y la situación de los ríos no admite dudas ni demoras. Por eso es muy triste pensar que nuestra obligada ausencia del río, en vez de servir de tregua, casi será peor, porque en realidad servirá para que encuentren mayor libertad los predadores sin la presencia humana. 

Algunos dirán que exagero, o que barro para casa, pero les aseguro que no. Hace veinte años aún había bastantes peces. Es verdad que ya había menos salmones, pero todavía había bastantes truchas y reos. Además eran frecuentes los furtivos. Sin embargo los cupos eran mucho más amplios que ahora, y para un pescador experimentado no era infrecuente completarlos. Nada de eso sucede ahora. Y desde luego no hay furtivos - en el río, en la mar ya es otra cosa -, porque para qué.
En estos días tal vez sería más beneficioso para el espíritu ser optimista, pero es lo que hay. A ver qué nos encontramos cuando nos dejen volver.