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sábado, 13 de mayo de 2023

El problema del salmón

  Carta al director publicada en La Nueva España, 13 de mayo de 2023 

La temporada actual lleva camino de ser recordada en materia de pesca, y no para bien. Antes de echar las cañas ya se cuestionó ampliamente la nueva normativa, que como siempre se centró exclusivamente en alejarnos un poco más del río a los pescadores. Y ahora mismo, en el mejor momento de la temporada, nos encontramos con que no hay salmones en nuestros ríos. Existen opiniones abundantes para explicarlo, y admito que son plurales las causas. Pero cualquiera que conozca mínimamente el río sabe bien la principal: el aumento incontrolado de los predadores. No sirven de nada, o de bien poco, las repoblaciones, si los esguines que tanto esfuerzo cuesta criar no llegan al mar. Los futuros salmones descienden el río en busca del océano lentamente y agrupados, siendo presa fácil de cormoranes, nutrias y lubinas. Es lo que hay. Podremos hablar de la calidad de las aguas, de las pesquerías en alta mar, o de los picos de población. Pero la auténtica realidad de que apenas haya salmones, truchas o reos en los ríos asturianos, es que sobran predadores y falta voluntad para eliminarlos.

Y seguiremos en el centro de la diana los pescadores, porque es más sencillo decir que son las cañas las que esquilman los ríos. No es verdad. Apenas se pesca ya, y cada vez hay menos peces. Algunos dirán que lo que habría que hacer entonces sería prohibir la pesca, y yo les respondería que si nos vamos del río los pescadores aún camparían más a sus anchas los predadores, pues las cañas no los eliminan, pero al menos los espantan un poco. ¿Qué pasó con el urogallo? Se prohibió su caza, y ello supuso el principio del fin. Y por la misma razón: por el aumento desproporcionado de sus predadores. Ahora nos gastamos un pastizal para su cría en cautividad, pero ni un euro en reducir sus enemigos. Y así ni tiene futuro el urogallo, ni lo tienen los salmónidos.

Uno conoció tiempos muy buenos en el río, y siente tristeza y rabia por la situación actual. Porque, insisto, la solución es sencilla. Pero quien debería revertirla prefiere mirar para otro lado antes que agarrar al toro por los cuernos. Y lo peor de todo es que les pagamos por ello.

 

martes, 18 de octubre de 2022

Prohibir hasta morir

 Carta al director publicada en La Nueva España, 18 de octubre de 2022

 Estos días andan bastante sublevados los colegas de la caña por las nuevas limitaciones que se anuncian para el próximo año. Ni siquiera voy a entrar en la pertinencia o idoneidad de las mismas. Me parece mucho más útil recordar que desde hace décadas venimos padeciendo los pescadores un continuo retroceso en nuestros derechos, a causa del incesante caudal de restricciones que soportamos. Y lo peor no es esto. Lo peor -al menos para nosotros- es que cada vez hay menos peces. ¿Por qué? Porque prohibir, solo prohibir, no sirve de nada. Y no sirve porque los pescadores no somos ni los únicos ni los principales responsables de que los ríos estén como están. Los verdaderos responsables son los depredadores y, por supuesto, los malos, los pésimos gestores. Por tanto, si lo que de verdad se quiere -que uno ya hasta lo duda- es que haya peces en el río, lo primero sería dejar la gestión a los mejores, y lo segundo meter mano de verdad a los depredadores, y a los furtivos que aún quedan, sobre todo a la entrada de las rías. Los ríos deberían gestionarlos pescadores y guardas veteranos y expertos de la zona, y biólogos independientes de reconocido prestigio. No políticos. La realidad es tozuda, y así lo demuestra. Siendo difícil, cada vez estamos peor. Y si aún quedan cuatro peces, es gracias a las asociaciones de pescadores. No hace falta que sigan rebajando los cupos. ¿Para qué, si apenas queda qué pescar? Lo que hace falta es que haya más, muchos más peces. Pero claro, si dejamos que impere la dictadura del fundamentalista ecologismo de salón, que prefiere que haya cormoranes sin tasa antes que salmónidos, o manadas de lobos antes que rebaños, no hay nada que hacer. Seguirán las limitaciones, y llegará un día que ya no habrá qué pescar. Que, al paso que vamos, no lo veo lejano. Claro que a lo peor es lo que buscan, porque tanta torpeza no se comprende.

martes, 19 de mayo de 2020

Dos ríos acabados

Carta al director publicada en La Nueva España, 15 de mayo de 2020

Parece que ya queda poco para que podamos volver al río con la caña. Sin embargo no lancemos cohetes. No están las cosas para ello, ni cerca, ni lejos del río. Además de la proliferación descontrolada de predadores - cormoranes, garzas, patos, nutrias - en la mayoría de los cursos, existe otro factor que también incide muy negativamente en las poblaciones de reos y salmones. 

Me refiero a la pesca con redes en los estuarios. Es una práctica prohibida, que sin embargo se consiente. Al menos, en algunos casos. Pondré dos ejemplos. Hace años, mi río en verano era el Esva. Había bastantes salmones, aunque a mí me bastaba con los reos. Allí disfruté de mis mejores años como pescador, y lo digo con tristeza, porque ya llevo varios años sin pisar aquellas márgenes. Cuando había peces el guarda mayor no escatimaba esfuerzos, vigilando día y noche. Pero el bueno de Armando se jubiló, y el río se acabó. Al menos en su tramo inferior, que era el más poblado por salmones y reos. Parece increíble que una sola persona pueda condicionar las cosas de ese modo, pero la realidad es tozuda, y en otros órdenes también nos es dado comprobarlo. 

Otro ejemplo. El río Esqueiro. Nada que ver con el Esva. Mucho más modesto. Pero hace varias décadas tenía muchas truchas. Y hasta hace dos, siempre tenía algún reo. No demasiados, pero en verano no era difícil llevarte uno o dos a casa, y con ellos media docena de truchas. A veces no picaba ninguno, pero al menos los veías. Ahora ya ni éso. La razón, muy sencilla: a diario una o varias lanchas echan sus redes en la misma desembocadura. Cualquiera puede verlas si acude allí de buena mañana. ¿Es posible? Les aseguro que sí. ¿Por qué? Eso lo ignoro, aunque puedo asegurles que por mi parte se lo hice saber a cuantas autoridades o responsables se supone que debían tomar cartas en el asunto. De eso hace años, y hasta hoy. Y entre unas cosas y otras, así estamos...

Pandemias en el río

Carta al director publicada en La Nueva España, 23 de abril de 2020

En unas fechas en las que echamos tantas cosas en falta, los pescadores también nos acordamos del río. No sólo de la pesca. También del río y de sus moradores. Y nos llamen o no interesados, los principales moradores del río son los peces. Parece una obviedad, mas por desgracia no lo es. Y no lo es porque quienes deberían velar por que nuestros ríos estuvieran llenos de truchas y de salmones, parecen priorizar la presencia de otras especies. Los enemigos de los peces, además de los pescadores, que sí, que vale, que también, son, básicamente, y por este orden, los cormoranes, las garzas, los patos y las nutrias. Hay más, pero vamos a centrarnos en estos. Y lo haré desde mi experiencia, que me da pie a sostener que la pandemia también ha llegado por el aire. Hasta no hace demasiado - dos décadas, tres a lo sumo -, por aquí no se sabía lo que era un cormorán en el río. Apenas se veían garzas ni patos. Sí nutrias, pero en pocos ríos. Ahora son los dueños del río. En los cursos mayores, y también, en menor medida, en los pequeños, los cuervos marinos, en los menores las garzas, en todos los patos, y las nutrias donde solían, y más. Los pescadores conocemos muy bien lo que sucede, y quiero pensar que los que mandan también. Entonces, ¿por qué no lo arreglan? Supongo que por que no quieren, porque la solución es bien sencilla, y la situación de los ríos no admite dudas ni demoras. Por eso es muy triste pensar que nuestra obligada ausencia del río, en vez de servir de tregua, casi será peor, porque en realidad servirá para que encuentren mayor libertad los predadores sin la presencia humana. 

Algunos dirán que exagero, o que barro para casa, pero les aseguro que no. Hace veinte años aún había bastantes peces. Es verdad que ya había menos salmones, pero todavía había bastantes truchas y reos. Además eran frecuentes los furtivos. Sin embargo los cupos eran mucho más amplios que ahora, y para un pescador experimentado no era infrecuente completarlos. Nada de eso sucede ahora. Y desde luego no hay furtivos - en el río, en la mar ya es otra cosa -, porque para qué.
En estos días tal vez sería más beneficioso para el espíritu ser optimista, pero es lo que hay. A ver qué nos encontramos cuando nos dejen volver.